Hace unos meses, nos llegaba un interesante encargo. Con motivo del centenario de la madrileña Plaza Mayor, Photoespaña buscaba producir, con el mecenazgo de Samsung, una pieza VR para el festival de este año.
Para ello contaban con Miguel Ángel Tornero, un fotógrafo que si bien no había trabajado hasta la fecha con herramientas VR-360º, sí cuenta con una interesante y extensa obra que cuestiona entre otras cosas la manera que tenemos de acercarnos y consumir imágenes en la era digital, y ello desde la perspectiva de lo cotidiano.
Nuestra labor sería la de asesorar y realizar junto a Miguel Ángel la pieza VR. Tuvimos varias reuniones iniciales para que se fuera familiarizando con el lenguaje VR, y nosotros con su obra para poder ver la mejor forma de aunar el tema propuesto (la plaza mayor), el discurso propio del autor y la narrativa VR-360º.
Surgieron varias ideas, como convertirnos en la estatua de Felipe III, y desde esa visión privilegiada saltar, y deambular por la plaza y la ciudad. También barajamos la opción de trabajar con el “error” electrónico producido a partir de forzar los software de stiching (cosido de imágenes) al unir imágenes imposibles. A medida que Miguel Ángel iba conociendo mas la tecnología, surgían más ideas y nuevos enfoques para abordar el proyecto.
Finalmente optamos por un planteamiento que crearía una imagen en la línea de la obra que viene desarrollando el autor.
La propuesta consistía en rodar en 360º, desde uno de los puntos más concurridos de la plaza durante una jornada completa. Miguel Ángel, en visitas previas a la plaza había observado cómo en la parte frontal de la estatua de Felipe III se congregaban gran cantidad de turistas. Estos llegaban se hacían un selfie o tomaban una imagen de la estatua y continuaban. Se producía un deambular continuo entorno a un círculo imaginario que se repetía una y otra vez.
Partiendo de esa idea tan sencilla; colocar la cámara en el centro de ese tráfico continuo de personas, el siguiente paso, nos llevaría, ya en la sala de postproducción, a ir congelando a todas y cada una de esas personas que se paraban a fotografiar y ser fotografiadas.
Con ese punto de partida, y sabiendo ya cómo queríamos materializarlo, sólo nos quedaba ponernos manos a la obra y rodar. Y es aquí cuando más se complica la historia. Debido a las fechas, y a las conmemoraciones del centenario de la plaza, es raro el día en el que no está repleta de andamiajes, escenarios, instalaciones, etc. Esto entorpece la creación de la imagen mental que tenemos, pues obstaculiza ese deambular de los turistas que habíamos observado.
Tras varias llamadas y gestiones, conseguimos prever una franja de dos a tres días en los que parece que la plaza va a estar “limpia” de elementos, y finalmente un miércoles, con todos los permisos solicitados y concedidos, nos lanzamos a rodar.
Colocamos la cámara, en el punto que habíamos acordado en las localizaciones previas, lastramos el equipo para que no la vuelquen y no se mueva, colocamos cinta para hacerla mas visible y evitar que se acerque la gente demasiado lo cual nos ocasionaría problemas en postproducción.
Hecho todo esto, nos ponemos a grabar, vigilando desde una terraza cercana. Cuando se rueda en 360º, es típico y hasta cómico ese momento de “salir de plano”, puesto que suele haber pocas opciones donde ocultarse de la cámara, en este caso creo que ha sido de las ocasiones mas cómodas tomando un “relaxing cup of café con leche in plaza mayor” ¿qué más se podía pedir?.
Llegada la caída del sol, recogimos nuestro equipo y vuelta a la productora. Tras el laborioso proceso de cosido de imágenes, por fin tenemos ante nosotros lo que nos habíamos estado imaginando en los días previos. Gente y más gente deambulando y tomando imagen. Editamos la parte que nos parecía mas interesante tanto por la cantidad de gente como por la calidad de la luz: un fragmento que corresponde a unas dos horas de rodaje entre las 18:00h y las 20:00h.
Estas dos horas fueron aceleradas hasta una duración de 2:30 minutos. Después fuimos identificando los momentos en los que los personajes tomaban imágenes y fuimos congelándolos. Por último asignamos una nota de piano dependiendo de la distancia a la que se encontraran, siendo los personajes mas cercanos las notas mas agudas, y los mas lejanos las notas mas graves, dando como resultado esta peculiar suite, que en palabras del propio Miguel Ángel: “reflexiona sobre el uso cotidiano de la imagen como lenguaje y de la fotografía democratizada hasta el punto de convertirse en una prolongación de nuestro cuerpo”.